Una persona que personifique la humildad
hará el esfuerzo de escuchar y de aceptar
a los demás. Cuanto más acepte a los demás,
más se tendrá a esa persona
en gran estima y más se la escuchará.
Una palabra dicha con humildad
tiene el significado de mil
con honestidad y significado.
Ante todos los hombres es un Don de sabios describir y percibir al mundo,
La humildad es la riqueza más grande del ser humano, ser humilde ante Dios,
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad.
Cuanto mayor sea la humildad, mayor el logro.
No puede haber beneficio para el mundo sin humildad.
Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes,
por extraños o negativos que éstos sean.
Habrá humildad en la actitud, en la visión,
en las palabras y en las relaciones.
La persona humilde nunca dirá:
“no era mi intención decirlo,
pero simplemente surgieron las palabras”.
La presencia de una persona humilde crea
un ambiente atractivo, cordial y confortable.
Sus palabras están llenas de esencia,
poder y las expresa con buenos modales.
Una persona humilde puede hacer desaparecer
la ira de otra con unas pocas palabras.
Una palabra dicha con humildad
tiene el significado de mil palabras.
En las altas mareas de las interrelaciones humanas,
la humildad es el faro de luz que emite señales
sobre lo que nos espera a lo lejos.
Para captar estas señales, la pantalla de
la mente y del intelecto debe estar limpia.
La humildad proporciona la capacidad
de percibir situaciones, discernir las causas
de los obstáculos y las dificultades así como de
permanecer en silencio.
Cuando uno debe expresar una opinión
lo hace con la mente abierta y
con el reconocimiento de las particularidades,
la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo
y de los demás.
La humildad, al igual que
el concepto de ser un depositario, abarca.
Explotar con arrogancia es dañarlo
y poner en peligro a toda la familia humana.
Humildad Sin humildad
no podemos crear sociedades civiles
ni servir al mundo de manera benevolente.
Humildad es cultura,
ir de un mundo a otro respetando culturas
y religiones de manera pacifista
con humildad y respeto para ti y para
los demás es la belleza interior e exterior.
La humildad ante dios sobre todas las cosas,
amor es humildad Busca al que lo tiene
todo no al que carece de ello.
Busca a Jesús, y humíllate ante
el que quien Busca el reino de Dios
lo acepta a el, lo demás vendrá por añadidura,
acepta a los demás y aprende a escuchar!
Por tanto, el signo de
la grandeza es la humildad.
La humildad permite a la persona
ser digna de confianza,
flexible y adaptable.
En todo núcleo interno del ser humano existe un espacio para la humildad.
Ese lugar será llenado en forma involuntaria, en silencio.
Esta virtud será reconocida por las demás personas y no por nosotros mismos, si así sucede, se habrá evaporado la humildad de nuestro corazón.
Tan sólo debemos comprender que los caminos a ese estado son:
EL DESAPEGO
EL AMOR
LA PAZ INTERIOR
El desapego lo conseguiremos dejando de lado todo lo superficial e intrascendente.
Para lograr el Amor, viviremos los sufrimientos y las alegrías de los seres que nos rodean, como propios.
Calmando los deseos y las inquietudes que ganan nuestra Alma, podremos llegar a la paz interior.
Cuando nuestros pensamientos dejen de ser arrogantes.
Cuando nuestros actos sean discretos y sinceros.
Cuando demos la mano con tibieza, sin esperar devoluciones.
Cuando no nos sintamos superiores a nadie.
Cuando nuestras palabras sean sencillas, cálidas y nuestro discurso corto.
Cuando no necesitemos halagos.
Entonces y solo entonces seremos humildes y nunca lo sabremos.
Publicado por Graciela Martellotto
RECONOCE TUS PROPIOS ERRORES.
La superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.
Debes evitar ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exiges a los demás la infalibilidad, tampoco te crees a ti mismo infalible ni dueño de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.
Si no tratas de convencer a los demás y no tienes inconveniente en reconocer tus errores, no necesitas encumbrarse en una posición de infalibilidad para poder captar adeptos. Incluso rechazarás la palabra “adepto” porque se suele usar en el sentido de alguien que adhiere a la posición de otro sin hacer un análisis propio.
Las personas que creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan adeptos que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender al individuo al que sólo le interesa su propia opinión y no la opinión de los demás. A éste individuo no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.
Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de tratar a los otros como quisieras que los otros te traten a ti mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.
La consecuencia de esto es la humildad, teniendo bien en claro que, al contrario de lo suele entenderse, no es lo mismo humildad que obsecuencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.
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