sábado, 20 de marzo de 2010

DE JORGE LUIS BORGES

POEMA DE LOS DONES







Nadie rebaje a lágrima o reproche


esta declaración de la maestría


de Dios, que con magnífica ironía


me dio a la vez los libros y la noche.






De esta ciudad de libros hizo dueños


a unos ojos sin luz, que sólo pueden


leer en las bibliotecas de los sueños


los insensatos párrafos que ceden






las albas a su afán. En vano el día


les prodiga sus libros infinitos,


arduos como los arduos manuscritos


que perecieron en Alejandría.






De hambre y de sed (narra una historia griega)


muere un rey entre fuentes y jardines;


yo fatigo sin rumbo los confines


de esta alta y honda biblioteca ciega.






Enciclopedias, atlas, el Oriente


y el Occidente, siglos, dinastías,


símbolos, cosmos y cosmogonías


brindan los muros, pero inútilmente.






Lento en mi sombra, la penumbra hueca


exploro con el báculo indeciso,


yo, que me figuraba el Paraíso


bajo la especie de una biblioteca.






Algo, que ciertamente no se nombra


con la palabra azar, rige estas cosas;


otro ya recibió en otras borrosas


tardes los muchos libros y la sombra.






Al errar por las lentas galerías


suelo sentir con vago horror sagrado


que soy el otro, el muerto, que habrá dado


los mismos pasos en los mismos días.






¿Cuál de los dos escribe este poema


de un yo plural y de una sola sombra?


¿Qué importa la palabra que me nombra


si es indiviso y uno el anatema?






Groussac o Borges, miro este querido


mundo que se deforma y que se apaga


en una pálida ceniza vaga


que se parece al sueño y al olvido.










Jorge Luis Borges, 1960





No hay comentarios: