jueves, 11 de noviembre de 2010

El siguiente texto fue escrito por el inolvidable Charles Chaplin. Al final, algunas escenas de su película “Luces de la ciudad”, del año 1931.







Cuando me amé de verdad


Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.






Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.






Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.






Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.






Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.






Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.






Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.






Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.






Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!






No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.






Charles Chaplin






De “La vida es sueño”, una obra de teatro escrita por Pedro Calderón de la Barca y estrenada en el año 1635:Acerca de los pensamientos, por OSHO.







… el vivir sólo es soñar;


y la experiencia me enseña


que el hombre que vive, sueña


lo que es, hasta despertar.


Sueña el rey que es rey, y vive


con este engaño mandando,


disponiendo y gobernando…


Sueña el rico en su riqueza,


que más cuidados le ofrece;


sueña el pobre que padece


su miseria y su pobreza…


y en este mundo, en conclusión,


todos sueñan lo que son,


aunque ninguno lo entiende…


¿Qué es la vida? Un frenesí.


¿Qué es la vida? Una ficción,


una sombra, una ilusión,


y el mayor bien es pequeño;


que toda la vida es sueño,


y los sueños, sueños son.


Parece ser que la realidad de todos los días no es ese escenario rígido al que debemos tratar de ajustarnos, sino que es nuestra propia creación, tal como si la estuviéramos soñando. Y hasta que despertemos, podemos tratar de hacer que nuestro “sueño” sea cada vez más feliz, por ejemplo valiéndonos de La Ley de Atracción, aplicando la técnica Ho’oponopono, practicando los principios de “Un curso de milagros”… o simplemente aceptándonos y queriéndonos cada día un poco más.






Axel Piskulic








En realidad, la mente no existe. La mente es sólo una apariencia. Y cuando profundizas en la mente, desaparece. Sólo existen los pensamientos moviéndose a tanta velocidad que te hacen pensar y sentir que allí hay algo que existe en todo momento. Un pensamiento llega, otro pensamiento llega, y otro y así sigue. La separación es tan pequeña que no puedes distinguir el espacio entre un pensamiento y otro. De este modo, los pensamientos se unen, se convierten en un continuo, y debido a esa continuidad crees que existe la mente. Existen pensamientos, pero no mente, de la misma forma que existen electrones, no materia. El pensamiento es el electrón de la mente. Es lo mismo que una multitud, ella existe en cierto sentido y no existe en otro, sólo existen individuos. Pero muchos individuos juntos dan la sensación de una cosa diferente, independiente: una multitud.






Los pensamientos son como las nubes, vienen y van, y tú eres el cielo. Cuando deja de haber mente inmediatamente te llega la percepción de que has dejado de estar inmerso en los pensamientos. Los pensamientos están ahí, pasando a través tuyo como las nubes cruzan el cielo. Los pensamientos pasan a través tuyo, y son capaces de hacerlo porque tú eres un inmenso vacío.






La mente es la ausencia de tu presencia. Cuando te sientas en silencio, cuando observas profundamente a la mente, la mente simplemente desaparece. Quedan los pensamientos, existen, pero no puedes encontrar a la mente. Pero cuando la mente ha desaparecido, puedes ver que los pensamientos no son tuyos. Desde luego que vendrán y a veces se quedarán un rato contigo, y luego desaparecerán. Tú puedes convertirte en su lugar de descanso, pero ellos no son creados por ti. Ni un solo pensamiento surge de tu ser, siempre proceden del exterior. No te pertenecen, son sin hogar, sin raíces, pero a veces descansan en ti, eso es todo.






Los pensamientos son como una nube descansando sobre una colina. Entonces se van por si mismos, no has de hacer nada. Si simplemente observas, sin juzgar, criticar o comentar, obtienes el control.






OSHO




Osho dice, en “El libro del niño”:


Si ves a tu padre y a tu madre profundamente enamorados, un gran amor, cuidándose mutuamente, con compasión mutua, con respeto mutuo, habrás visto cómo ocurre el amor. Surge la esperanza. Cae una semilla en tu corazón y empieza a crecer. Sabes que te va a suceder a ti también.


Si no lo has visto, ¿cómo vas a creer que te va a suceder a ti? Si no les sucedió a tus padres, ¿cómo te va a suceder a ti? En realidad, vas a hacer todo lo posible para evitar que te ocurra, de lo contrario te parecerá una traición hacia tus padres.


Un cuento de la tradición Sufí acerca de los condicionamientos:






Un viejo árabe conducía una caravana que atravesaba el desierto.






Una noche sólo se encontraron 19 de las estacas que se utilizaban para atar a los 20 camellos.






Consultaron al anciano, quien dijo: “Simulen que también clavan la estaca del camello número 20 y creerá que está atado”.






A la mañana siguiente efectivamente todos los camellos estaban en su sitio. Los desataron y lentamente se pusieron en marcha. Todos excepto el número 20, que se negaba a avanzar.






Entonces el anciano, sonriendo, ordenó: “Simulen que desatan también la cuerda de ese camello”.






Y recién entonces pudieron continuar la travesía.


Muchas veces actuamos mecánicamente, como el camello o como los muñecos de la ilustración, ajustándonos a condicionamientos que nos limitan. Sin embargo, tenemos frente a nosotros infinitas posibilidades. Somos completamente libres de elegir nuestro destino…