viernes, 9 de julio de 2010

NELSON MANDELA







"No nací con hambre de libertad, nací libre en todos los aspectos que me era dado conocer. Libre para correr por los campos cerca de la choza de mi madre, libre para nadar en el arroyo transparente que atravesaba mi aldea (...) Solo cuando empecé a comprender que mi libertad infantil era una ilusión, cuando descubrí, siendo joven, que mi libertad ya me había sido arrebatada, fue cuando empecé a añorarla."



Nació en 1918 en Mvezo, diminuta aldea en el distrito de Umtata, capital del Transkei. Durante más de 25 años fue el preso político más famoso del mundo y, en abril de 1994, se convirtió en el primer presidente de raza negra de la República de Sudáfrica.



El nombre que su padre le dio al nacer fue Rolihlahla que significa literalmente "arrancar una rama de un árbol", su significado coloquial es "revoltoso". El nombre "Nelson" le fue dado en su primer día de colegio. Vivió tranquilo entre los xhosas hasta su adolescencia "pueblo orgulloso y patrilineal con una gran fe en la importancia de las leyes, la educación y la cortesía" cuando su padre fallece y es enviado con un protector que se encargará de sus estudios. "Nunca había sentido más ambición que comer bien y llegar a ser un campeón de la lucha con pértiga (...) Los delicados cimientos construidos por mis padres empezaron a desvanecerse. En aquel instante vi que la vida podía ofrecerme algo más que la posibilidad de ser campeón de lucha con pértiga."

Estudió en el Fort Hare College, donde entró en contacto con la política y conoció a Oliver Tambo. Ambos tomaron parte en una huelga estudiantil, en 1940, que supuso su expulsión del centro. "Empezaba a comprender que un hombre negro no tenía por qué tolerar las docenas de pequeñas indignidades a las que se ve sometido día tras día". Más tarde conocería a Walter Sisulu, quien le proporcionó un trabajo en un despacho jurídico. "No puedo precisar en qué momento se produjo mi politización, cuándo supe que dedicaría mi vida a la lucha por la liberación. Ser negro en Sudáfrica supone estar politizado desde el momento de nacer, lo sepa uno o no. (...) No experimenté ninguna iluminación, ninguna aparición, en ningún momento se me manifestó la verdad, pero la continua acumulación de pequeñas ofensas, las mil indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira y rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo."


Primeras actividades políticas


"Pero poco a poco fui comprendiendo que no solo no era libre, sino que tampoco lo eran mis hermanos y hermanas. Vi que no era solo mi libertad la que estaba en juego, sino la de todo aquel que se pareciera a mí. Fue entonces cuando me uní al Congreso Nacional Africano, cuando el ansia de mi propia libertad se transformó en otra más grandiosa, que buscaba la libertad para mi pueblo."


En 1944, junto a Sisulu, Tambo y Anton Lembede, fue miembro fundador de la rama juvenil del Congreso Nacional Africano (CNA). "Creemos que la liberación nacional de los africanos ha de ser obra de los propios africanos(...)". Se convirtió en el secretario nacional de esta organización en 1948, año en el que tuvieron lugar las elecciones generales blancas en las que venció el National Party con Malan a la cabeza. "La declaración formal de los principios políticos que alentaban el partido de Malan era conocida como apartheid. Era una palabra nueva pero resumía una ya vieja. Significa literalmente "segregación" (...) partía de una premisa: que los blancos eran superiores a los africanos, a los indios y los mestizos. El objetivo del nuevo sistema era implantar de modo definitivo y para siempre la supremacía blanca". Aquí comienzan los problemas: "A partir del momento en que el National Party ganó las elecciones, supimos que en lo sucesivo nuestra tierra se convertiría en escenario de tensiones y conflictos. Por primera vez en la historia de Sudáfrica iba a gobernar un partido exclusivamente afrikáner".



Aunque en principio Mandela se oponía a colaborar con otros grupos raciales y desconfiaba de ideologías extranjeras ("Desconfiábamos mucho del comunismo (...) rechazamos la importación al por mayor de ideologías ajenas a África"), cambió de opinión en 1952, durante el transcurso de la denominada `Campaña del Desafío': "La Unión Soviética apoyaba la lucha por la liberación de muchos pueblos colonizados. Ésta fue otra de las razones por las que enmendé mi punto de vista sobre el comunismo y acepté la postura del CNA de dar bienvenida a los marxistas en su seno". Por ello propugnó la acción conjunta contra la política gubernamental del apartheid.

"El hombre blanco había sentido la fuerza de mis golpes. Podía caminar erguido como un hombre (...) Había alcanzado la mayoría de edad como luchador por la libertad". En esta época, era ya presidente nacional de la rama juvenil del CNA y, con Tambo, había fundado el primer despacho de abogados dirigido por negros en Sudáfrica. En diciembre de 1952, fue detenido en virtud de la Suppression of Communism Act (Ley de Represión del Comunismo). Aunque su condena de nueve meses quedó en suspenso, se le prohibió acudir a mítines o abandonar el distrito de Johannesburgo. Esta prohibición se renovaría repetidamente durante los siguientes nueve años. A pesar de esta inhabilitación, continuó trabajando con los líderes del CNA. En diciembre de 1956 fue, junto con otras 156 personas, juzgado por alta traición. El juicio se prolongó hasta 1961 y concluyó con la absolución de todos los cargos. "El tribunal añadió que la fiscalía no había conseguido demostrar que el CNA fuese una organización comunista ni que la Constitución por la Libertad pretendiera la instauración de un estado comunista". Se declaró a los acusados inocentes y fueron puestos en libertad.



Tras la matanza de Sharpeville, en la que 69 ciudadanos negros murieron asesinados por las fuerzas de seguridad sudafricanas durante una manifestación en contra del apartheid, fueron prohibidos el CNA y el Congreso Panafricano (PAC). En marzo de 1961, con el fin de evitar su detención y una nueva inhabilitación, Mandela pasó a la clandestinidad y, junto a Sisulu, recorrió en secreto el país para organizar una huelga de tres días. Fue conocido como "La pimpinela negra", nombre que recibe la sexta parte del libro. "Bajo el apartheid, los negros vivían en la penumbra, a medio camino entre la legalidad y la clandestinidad, entre la ocultación y la franqueza. Ser negro en Sudáfrica significaba que uno no podía confiar en nada. Aquella situación no difería demasiado de lo que representa llevar una existencia clandestina durante toda la vida".


En junio de 1961, los dirigentes del CNA decidieron iniciar la lucha armada y crearon el Umkhonto we Size (`La lanza de la nación'), brazo armado del CNA, con Mandela como máximo dirigente. En enero de 1962, abandonó Sudáfrica y acudió a la Conferencia Panafricana de Addis Abeba (cuna del nacionalismo africano), en Etiopía; más tarde viajó a El Cairo, Rabat, Malí, Guinea, Sierra Leona y Argelia, donde recibió entrenamiento para la lucha guerrillera durante seis meses, y por último a Londres, ciudad en la que se reunió con los líderes de la oposición en el exilio. Regresó a su país en julio de ese año y fue detenido el 5 de agosto, acusado de rebelión y abandono ilegal del país, por lo que fue condenado a cinco años de prisión.


"No se debe juzgar a una nación por cómo trata a sus miembros más encumbrados, sino por cómo trata a los más humildes. Sudáfrica trataba a los ciudadanos africanos encarcelados como a animales".



Mandela en prisión


Mientras se encontraba en la cárcel, la policía registró el cuartel general del CNA en Rivonia. La mayor parte de los miembros dirigentes de esta organización fueron arrestados; además se confiscaron diversos documentos, entre los que estaba el diario escrito por Mandela durante su viaje por el extranjero. Él y otros activistas fueron juzgados, en lo que se conoce como el juicio de la traición de Rivonia. Duró desde octubre de 1963 hasta junio de 1964, y Mandela llevó a cabo su propia defensa y la de los otros acusados. Mandela se dirigió de esta manera al tribunal: "¿Por qué ningún africano en la historia de este país ha tenido nunca el honor de ser juzgado por su propia gente? Se lo explicaré a su señoría: el verdadero propósito de esta rígida separación entre las razas es garantizar que la justicia aplicada por los tribunales se ajuste a la política del gobierno (...) Señoría, detesto intensamente la discriminación racial y todas sus manifestaciones. La he combatido durante toda mi vida. Ahora mismo la estoy combatiendo y continuaré haciéndolo hasta el final de mis días". Fue condenado a cadena perpetua: "(...) Tras considerar cuidadosamente la cuestión, he decidido no imponer a los acusados la pena de muerte, que normalmente sería lo apropiado en un caso así. La sentencia para todos los acusados será de cadena perpetua". Pasó dieciocho años en la prisión de Robben Island: "La isla toma su nombre de una palabra holandesa que significa foca (...) fue transformada sucesivamente en una leprosería, un manicomio y una base naval. El gobierno había vuelto a recuperarla recientemente como centro penitenciario". Los tres primeros años fueron muy duros (Mandela los recoge en la parte octava llamada "los años oscuros") pero poco a poco fueron consiguiendo pequeñas cosas como pantalones largos, gafas de sol, fotos de familiares, periódicos, etc. que fueron mejorando su calidad de vida. Consiguieron a comienzos de 1977 el fin de los trabajos forzados. "La isla recibía el apelativo de la universidad, por lo que aprendíamos los unos de los otros. Teníamos nuestra propia facultad, nuestros profesores, nuestros programas de estudios y nuestros propios cursos." Cuando Mandela cumplió sesenta años, unos amigos de la prisión tuvieron la idea de que comenzara a escribir sus memorias ya que " se convertiría en una fuente de inspiración para los jóvenes luchadores por la libertad". Acabó un borrador en cuatro meses: "escribir mis experiencias fue como revivirlas. Aquellas noches mientras escribía en silencio, volvían a mí imágenes y sonidos de mi juventud (...) era como soñar despierto, y me esforzaba por trasladar mis experiencias al papel con toda la fidelidad posible." El manuscrito fue dividido en tres partes y enterrado en tres partes diferentes del jardín de la prisión. Cuando fue hallado por el comandante llegó el castigo: "Nos vimos privados del privilegio de estudiar durante cuatro años".



Fue trasladado a la prisión de Pollsmoor (Ciudad de El Cabo) en 1982, fecha en la que se inició una campaña internacional en favor de su liberación. Allí las condiciones de vida eran mucho mejores y las diferencias en cuanto a alimentación, higiene y alojamiento eran considerables.



En 1985, Mandela rechazó la oferta del presidente Pieter Willem Botha de libertad condicional sobre la premisa de que el presidente no estaba dispuesto a modificar su posición sobre el régimen del apartheid.
"Cuando salí de la cárcel ésa era mi misión: liberar tanto al oprimido como al opresor. Hay quien dice que ese objetivo ya ha sido alcanzado, pero sé que no es así. La verdad es que aún no somos libres; solo hemos logrado la libertad de ser libres, el derecho a no ser oprimidos. Ser libre no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás."

Presidente Mandela


El gobierno del presidente Frederik Willem de Klerk liberó a Mandela en febrero de 1990, después de legalizar el CNA y otros partidos políticos. "De Klerk puso en marcha el desmantelamiento sistemático de muchas de las piedras angulares del apatheid. Abrió las playas sudafricanas a todas las razas y anunció que la ley que establecía lugares de ocio separados pronto sería derogada". Se anunció así mismo la disolución de una estructura secreta creada para combatir los movimientos del antiapartheid. Mandela asumió el liderazgo del CNA: "Fue un momento sobrecogedor, ya que, de un plumazo, había normalizado prácticamente la situación en Sudáfrica. Nuestro mundo había cambiado de la noche a la mañana. Tras cuarenta años de persecuciones y prohibición, el CNA pasaba a ser una organización legal".


Dirigió las negociaciones con el gobierno entre los difíciles años de 1990 y 1994, cuando en muchas ocasiones parecía que las negociaciones se iban a romper y que estallaría la violencia. En 1991, el régimen sudafricano abrogó la última de las leyes que constituían la base legal del apartheid.



Mandela y De Klerk compartieron en 1993 el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para establecer la democracia y la armonía racial en Sudáfrica: "Nunca he sentido especial aprecio por los premios personales. Un hombre no se convierte en un luchador por la libertad con la esperanza de ganar premios, pero cuando se me notificó que había ganado el Nobel de la Paz de 1993 junto con el señor De Klerk me sentí profundamente conmovido. El premio Nobel de la Paz tenía un significado especial para mí debido al papel que había tenido en la historia de Sudáfrica." "A menudo me han preguntado cómo pude aceptar el premio conjuntamente con el señor De Klerk tras haberle criticado tan ferozmente. Aunque nunca retiraría mis críticas, puedo responder que ha hecho una aportación genuina e indispensable al proceso de paz. (...) para firmar la paz con un enemigo es necesario trabajar con él. A partir de ese momento, el enemigo de ayer se convierte en compañero."

En mayo de 1994, tras las primeras elecciones generales en las que todos los grupos raciales (incluidos los negros) tenían derecho al voto, Mandela se convirtió en el primer presidente de raza negra de la República de Sudáfrica: "Por primera vez en la historia de Sudáfrica, la mayoría negra asistiría a las urnas para elegir a sus propios líderes." "Éste es uno de los momentos más importantes en la vida de nuestro país. Estoy aquí ante vosotros repleto de júbilo y de profundo orgullo por la gente corriente y humilde de esta nación (...) Ahora podemos proclamar jubilosamente a voz en cuello: ¡Al fin libres! ¡Al fin libres!" .
Tras la aprobación parlamentaria, en mayo de 1996, de la nueva Constitución sudafricana, el propio Mandela la firmó en diciembre de ese año ante miles de personas, en Johannesburgo, poniendo así fin al periodo de transición democrática iniciado con su salida de la cárcel en 1990 y significando también la desaparición del gobierno de coalición formado por el CNA y el Partido Nacional de Frederik Willem De Klerk. Mandela se convirtió definitivamente, en 1997, en un líder indiscutible de las relaciones internacionales africanas, mediando en varios conflictos, como en el de Zaire (actual República Democrática del Congo), que en la primera mitad de ese año acabó por suponer el fin del régimen de Mobutu Sese Seko.
He recorrido un largo camino hacia la libertad. He intentado no titubear. He dado pasos en falso en mi recorrido, pero he descubierto el gran secreto. Tras subir una colina, uno descubre que hay muchas más colinas detrás. Me he concedido aquí un momento de reposo, para lanzar una mirada hacia el glorioso panorama que me rodea, para volver la vista atrás hacia el trecho que he recorrido. Pero solo puedo descansar un instante, ya que la libertad trae consigo responsabilidades y no me atrevo a quedarme rezagado. Mi largo camino aún no ha terminado."

Acabamos de analizar una autobiografía de uno de los políticos más influyentes en la historia de la humanidad, el preso político más famoso del mundo y una de las personas que más han luchado por la igualdad y los derechos de las personas, sin distinciones de raza. Dedicó toda su vida a esta causa y esto exactamente es lo que se narra en su autobiografía: su vida.



Somos conscientes del pacto autobiográfico desde el comienzo del libro. Coinciden autor, narrador y protagonista y el lector lo sabe desde el prólogo donde aparece el epígrafe “agradecimientos”: “Como verán los lectores, este libro tiene una larga historia. Empecé a escribirlo en la clandestinidad en 1974, durante mi encarcelamiento en la isla de Robben (…) La copia que llevaba conmigo fue descubierta por las autoridades y confiscada (…) reanudé el trabajo al ser liberado de la cárcel en 1990.”

En cuanto a lo afirmado por Gusdorf en el suplemento de la revista Anthropos: “La función propiamente literaria, artística, tiene, por consiguiente, más importancia que la función histórica u objetiva, a pesar de las pretensiones de la crítica positivista de antaño y de hoy”. Podemos decir muchas cosas al respecto. No se trata de una obra en la que el autor nos narra su infancia, nos cuenta sus memorias en un determinado espacio y tiempo. Estamos hablando de Nelson Mandela y en esta caso, creo que pesa más la historia y la objetividad ya que es un personaje histórico y vivo, y creo que lo narrado es de vital importancia para conocer la historia de Sudáfrica así como la historia de la lucha por las libertades y los derechos de todos los seres humanos.

Los epígrafes que aparecen a lo largo de la obra son muy significativos y de gran ayuda. El libro está dividido en once partes, cada una con su título correspondiente: “Una infancia en el campo”, “La lucha es mi vida”, “Traición” o “Libertad”. Las fotos y los mapas que aparecen ilustran a la perfección lo que el autor va narrando y son muy útiles para situarse tanto en el espacio como en el tiempo.

Estar enamorado



Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre de la vida.

Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.

Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.

Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.

Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.

Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.

Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.

Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.

Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.

Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.



Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.



Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.



Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.



Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.



Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.



Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.



Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.



Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.



Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.



Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.



Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.



Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.



Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.



Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.



Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.



Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.



Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.



Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.



Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.



Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.



Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.



Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.



Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras.



Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.



Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche oscura.



Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.



Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.



Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver a decir nunca.



Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.


Francisco Luis Bernárdez

Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer, con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni en si mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.

Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser escuchado con profunda atención, interés y


respeto; aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla; ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse sin miedo a ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo; es permitirle descubrir su


verdad interior por si mismo, a su manera: apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin


pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe de acuerdo con tus expectativas; es valorarlo por ser quien es, no por como tu desearías que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y comunicarle tu fe y confianza en su poder como ser humano.



Amar a un ser humano es atreverte a mostrarte indefenso, sin poses ni caretas, revelando tu verdad desnuda, honesta y transparente; es descubrir frente al otro tus propios sentimientos, tus áreas vulnerables; permitirle que conozca al ser que verdaderamente eres, sin adoptar actitudes prefabricadas para causar una impresión favorable; es exponer tus deseos y necesidades, sin esperar que se haga responsable de saciarlas; es expresar tus ideas sin pretender convencerlo de que son correctas; es disfrutar del privilegio de ser tu mismo frente al otro, sin pedirle reconocimiento alguno, y en esta forma, irte encontrando a ti mismo en facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, "este soy, en este momento de mi vida, y esto que soy con gusto y libremente, contigo lo comparto...si tú quieres recibirlo".


Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder comprometerte voluntariamente y responder en forma activa a su necesidad de desarrollo personal; es creer en él cuando de si mismo duda, contagiarle tu vitalidad y tu entusiasmo cuando está por darse por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo cuando titubea, tomarlo de las manos con firmeza cuando se siente débil, confiar en él cuando algo lo agobia y acariciarlo con dulzura cuando algo lo entristece, sin dejarte arrastrar por su desdicha; es compartir en el presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderle libremente.


Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como para recibir su ternura y su cariño sin representar el papel del que nada necesita; es aceptar con gusto lo que te brinda sin exigir que te dé  lo que no puede o no desea; es agradecerle a la Vida el prodigio de su existencia y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero; es disfrutar de la experiencia sabiendo que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que puedes compartir con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.

Amar a un ser humano es atreverte a expresar el cariño espontáneamente a través de tu mirada, de tus gestos y sonrisas; de la caricia firme y delicada, de tu abrazo vigoroso, de tus besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber y sentir cuanto lo valoras por ser quien es, cuánto aprecias sus riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que su desarrollo personal te importa honestamente, que cuenta contigo; es permitirle descubrir sus capacidades creativas y alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría; es develar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar de mutuo acuerdo para hacer de esta vida una experiencia más rica y más llena de sentido.



Amar a un ser humano es también atreverte a establecer tus propios limites y mantenerlos firmemente; es respetarte a ti mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que consideras tus derechos personales; es tener tanta confianza en ti mismo y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, te sientas en libertad de expresar tu enojo sin ofender al ser querido, y puedas manifestar lo que te molesta e incomoda sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase un día en el que evidentemente los caminos divergieran sin remedio, amar es ser capaz de despedirte en paz y en armonía, de tal manera que ambos se recuerden con gratitud por los tesoros compartidos.



Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como persona; es percibirlo y valorarlo como una muestra de la humanidad entera, como una expresión del Hombre, como una manifestación palpable de esa esencia trascendente e intangible llamada "ser humano", de la cual tu formas parte; es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la naturaleza humana, que es tu propia naturaleza, con toda su grandeza y sus limitaciones; apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la humanidad, como sus lados obscuros y sombríos; amar a un ser humano, en realidad, es amar al ser humano en su totalidad; es amar la auténtica naturaleza humana, tal como es, y por tanto, amar a un ser humano es amarte a ti mismo y sentirte orgulloso de ser una nota en la sinfonía de este mundo.



Andrea Weitzner - Argentina