viernes, 9 de abril de 2010

La importancia de aprender a escuchar a los demás





* Dedica toda tu atención y el tiempo necesario a la escucha. Elige para cada conversación un momento y un lugar que te permitan prestar toda tu atención.






* Escucha para aprender. En una discusión, si hablas el último, tendrás la ventaja de conocer la posición de todos los demás.






* Escucha lo que el otro dice...y también lo que no dice. A veces no es tan importante lo que nos han dicho sino cómo nos lo han dicho. El lenguaje gestual y el tono de la voz dan más información que las palabras.






* Evita interrumpir. Las interrupciones dan a tu interlocutor un mensaje: lo que yo tengo que decir es más importante que lo tuyo.






* Elige bien lo que vas a decir. En cualquier diálogo, se nos ocurren muchas cosas que podríamos decir. Pero no todas ayudan. Cuando vayas a hablar, piensa si lo que vas a decir enriquece el diálogo o lo rompe.






* Escucha para ayudar a los demás. La escucha es muchas veces lo que la gente más necesita. No intentes resolver los problemas de los demás. Escuchando ya ayudas.












Muchas veces no dejamos que los demás hablen tranquilamente y nos oponemos agresivamente a cualquier cosa que estos digan. Aprender a escuchar a las otras personas, por más que no estemos de acuerdo con lo que ellos dicen, tiene que ser una de las cuestiones básicas de nuestro desenvolvimiento cotidiano.

Aquel que es buen oyente se destaca sobre lo demás. Es que, además de escuchar y dejar hablar a los otros, demuestra que tiene apertura mental.




Sabe tolerar las críticas y las voces disidentes. Por eso mismo, cuando le toca dar su opinión, lo hace sin ser agresivo y exponiendo claramente sus ideas. Quien sabe hablar también sabe escuchar. Y viceversa. Todo parte del respeto, el entendimiento y la serenidad mental.



Saber escuchar y dejar hablar a los demás correctamente es un claro síntoma de madurez mental, intelectual y afectiva. Sólo aquel que está preparado para ello sabe aceptar a los demás, incluso sus prejuicios, exageraciones y otras cosas que mucha gente no toleraría.



Por esto mismo es fundamental el hecho de aprender a escuchar en el crecimiento personal. Cuando lo hayamos logrado, será una señal de que vamos por buen camino.
Una persona que personifique la humildad


hará el esfuerzo de escuchar y de aceptar

a los demás. Cuanto más acepte a los demás,

más se tendrá a esa persona

en gran estima y más se la escuchará.

Una palabra dicha con humildad

tiene el significado de mil



con honestidad y significado.

Ante todos los hombres es un Don de sabios describir y percibir al mundo,

La humildad es la riqueza más grande del ser humano, ser humilde ante Dios,



El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad.

Cuanto mayor sea la humildad, mayor el logro.

No puede haber beneficio para el mundo sin humildad.



Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes,

por extraños o negativos que éstos sean.

Habrá humildad en la actitud, en la visión,

en las palabras y en las relaciones.

La persona humilde nunca dirá:

“no era mi intención decirlo,

pero simplemente surgieron las palabras”.

La presencia de una persona humilde crea

un ambiente atractivo, cordial y confortable.

Sus palabras están llenas de esencia,

poder y las expresa con buenos modales.

Una persona humilde puede hacer desaparecer

la ira de otra con unas pocas palabras.

Una palabra dicha con humildad

tiene el significado de mil palabras.



En las altas mareas de las interrelaciones humanas,

la humildad es el faro de luz que emite señales

sobre lo que nos espera a lo lejos.

Para captar estas señales, la pantalla de

la mente y del intelecto debe estar limpia.

La humildad proporciona la capacidad

de percibir situaciones, discernir las causas

de los obstáculos y las dificultades así como de

permanecer en silencio.

Cuando uno debe expresar una opinión

lo hace con la mente abierta y

con el reconocimiento de las particularidades,

la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo

y de los demás.



La humildad, al igual que



el concepto de ser un depositario, abarca.

Explotar con arrogancia es dañarlo

y poner en peligro a toda la familia humana.

Humildad Sin humildad

no podemos crear sociedades civiles

ni servir al mundo de manera benevolente.

Humildad es cultura,

ir de un mundo a otro respetando culturas

y religiones de manera pacifista

con humildad y respeto para ti y para

los demás es la belleza interior e exterior.

La humildad ante dios sobre todas las cosas,

amor es humildad Busca al que lo tiene

todo no al que carece de ello.

Busca a Jesús, y humíllate ante

el que quien Busca el reino de Dios

lo acepta a el, lo demás vendrá por añadidura,

acepta a los demás y aprende a escuchar!

Por tanto, el signo de

la grandeza es la humildad.

La humildad permite a la persona

ser digna de confianza,

flexible y adaptable.

En todo núcleo interno del ser humano existe un espacio para la humildad.


Ese lugar será llenado en forma involuntaria, en silencio.

Esta virtud será reconocida por las demás personas y no por nosotros mismos, si así sucede, se habrá evaporado la humildad de nuestro corazón.

Tan sólo debemos comprender que los caminos a ese estado son:

EL DESAPEGO

EL AMOR

LA PAZ INTERIOR

El desapego lo conseguiremos dejando de lado todo lo superficial e intrascendente.

Para lograr el Amor, viviremos los sufrimientos y las alegrías de los seres que nos rodean, como propios.

Calmando los deseos y las inquietudes que ganan nuestra Alma, podremos llegar a la paz interior.

Cuando nuestros pensamientos dejen de ser arrogantes.

Cuando nuestros actos sean discretos y sinceros.

Cuando demos la mano con tibieza, sin esperar devoluciones.

Cuando no nos sintamos superiores a nadie.

Cuando nuestras palabras sean sencillas, cálidas y nuestro discurso corto.

Cuando no necesitemos halagos.

Entonces y solo entonces seremos humildes y nunca lo sabremos.



Publicado por Graciela Martellotto

RECONOCE TUS PROPIOS ERRORES.












La superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.



Debes evitar ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exiges a los demás la infalibilidad, tampoco te crees a ti mismo infalible ni dueño de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.



Si no tratas de convencer a los demás y no tienes inconveniente en reconocer tus errores, no necesitas encumbrarse en una posición de infalibilidad para poder captar adeptos. Incluso rechazarás la palabra “adepto” porque se suele usar en el sentido de alguien que adhiere a la posición de otro sin hacer un análisis propio.



Las personas que creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan adeptos que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender al individuo al que sólo le interesa su propia opinión y no la opinión de los demás. A éste individuo no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.



Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de tratar a los otros como quisieras que los otros te traten a ti mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.



La consecuencia de esto es la humildad, teniendo bien en claro que, al contrario de lo suele entenderse, no es lo mismo humildad que obsecuencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.